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miércoles, 16 de marzo de 2011

La enseñanza de la Electrónica en la Universidad: ¿vamos para mejorando o empeorando?

Estamos ahora a cuestas con las reformas educativas en la universidad para adecuarlas al ya famoso convenio de Bolonia y a las directrices, del muy nombrado Espacio Europeo de Educación Superior. Surgen varias dudas y reflexiones sobre lo que estamos haciendo y sobre lo que llevamos haciendo estos años anteriores, de continuas reformas y cambios.

Las dudas son seguramente difíciles de contestar y muy probablemente no haya nada que sea blanco ni negro y por ello me he querido a reflexionar sobre mi propia experiencia personal como alumno de ingeniería y como profesor durante ya 25 años, en los cuales la enseñanza de la electrónica, en sus diversas facetas, ha sufrido muchos y diversos cambios.

En mi época de estudiante de ingeniería la enseñanza era sin duda más teórica y, creo, más profunda y seguramente muy poco práctica. Por poner un ejemplo la formación de Electrónica General que se impartía era una materia anual con 5 horas a la semana (teoría más problemas), muy intensa y exigente, las prácticas realizadas eran pocas y el laboratorio de electrónica por aquellas épocas estaba muy poco dotado, con lo cual el esfuerzo de realizar unas prácticas mínimas era importante. Los exámenes eran duros y complejos y recuerdo que tras haber superado el examen teórico escrito (de varias horas) era necesario superar un examen oral, individual y donde el profesor te llevaba al “punto de ruptura”, tras un intenso y estresante interrogatorio.

Todo esto hoy sería imposible. Un examen de aquella época trasladado a los momentos actuales sería una sangría total. Tanto por duración como por contenidos (quién imagina hoy un examen de mañana y tarde).

Por supuesto los medios informáticos y audiovisuales de tan profuso uso en la actualidad no existían y todo se desarrollaba en clases magistrales de pizarra, toma de apuntes por parte del alumno y consultas bibliográficas en biblioteca.


Lo dicho, no cabe duda, que la formación teórica que recibíamos era muy sólida y el sufrimiento y endurecimiento soportado nos preparaba para rendir correctamente en el entorno empresarial (como decía alguno de mis profesores: “lo importante es endurecerlos” y vaya que si lo conseguían).

La experiencia práctica en aquella época quedaba limitada a los pocos que teníamos la oportunidad de realizar el proyecto fin de carrera en la cátedra de electrónica, tema reservado para unos pocos muy interesados y competidores. Esto es algo que ha cambiado también de forma importante.

El acceso al proyecto fin de carrera (solo se ofertaban unos pocos) se realizaba de forma competitiva, los que mejores notas tenían en la materia tenían preferencia de elección. A pesar del paso de los años, yo recuerdo mi interés por optar a un proyecto de un inversor electrónico con transistores y controlado con microprocesador (tema realmente de vanguardia en aquella época) un compañero con mejores calificaciones que yo lo selecciono primero (todavía recuerdo el nombre del compañero, hoy profesor en el departamento de física). Hoy esto casi produce risa y no entra en la mente ni prioridades de ningún estudiante. El lema hoy es, quitarlo del medio cuanto más rápido y fácil mejor.

Durante el proyecto fin de carrera es donde adquirimos la destreza práctica que la carrera no nos proporcionaba y en etapas posteriores mediante la realización de contratos de transferencia de tecnología con distintas empresas en las que se abordaron distintos problemas tecnológicos, nuestra experiencia en el diseño electrónica iba creciendo y mejorando.

Las cosas han ido cambiando en sucesivas etapas, hoy la formación teórica es claramente menos sólida pero, quizás, tiene una componente más práctica.

Los laboratorios han mejorado mucho en equipamiento y material de prácticas (no así en personal de apoyo, ya que tenemos básicamente lo mismo que teníamos). Los medios audiovisuales (transparencias y diapositivas) y los informáticos después (por supuesto el Powerpoint) han irrumpido en la enseñanza de la electrónica (y de otras muchas materias).

Hoy los catálogos (datasheet) de componentes se consultan por internet al igual que muchas de las consultas técnicas. La toma de apuntes se ha visto muy simplificada gracias a las presentaciones Powerpoint disponibles hoy en las páginas web de los profesores y las consultas bibliográficas se han visto drásticamente reducidas. La información disponible y accesible hoy día, tanto para un profesor como para un alumno interesado en aprender, es realmente infinita.

Creo que hoy día el alumno interesado y motivado en aprender, dispone de muchos más medios y posibilidades de adquirir una formación realmente sólida en la materia en la que esté interesado.

Por otro lado, el alumno desmotivado, muchos hay, tiene hoy la capacidad de supervivencia que antes no tenía. Claramente en nivel de exigencia ha disminuido notablemente y el efecto de criba que tenían anteriormente las materias han pasado claramente a mejor vida.

Por supuesto, aquella función “endurecedora” que decían mis profesores sería hoy impensable, el asunto terminaría, como poco, en una llamada de atención de las llamadas “comisiones de calidad”. Hoy la calidad se entiende cómo adaptar la exigencia al conocimiento de los alumnos, cuando antes se establecía un listón que había que superar, si o si, fueras a clase o no, a nadie le importaba. Hoy funciona el paternalismo tipo libreta de colegio, faltas de asistencia y deberes.

¿Las cosas han empeorado?

Yo no lo sé. Obviamente las cosas han cambiado mucho y los efectos los iremos viendo a lo largo de los años. Los ingenieros tanto de la Escuela de Ingeniería Técnica como de la Superior, eran profesionales valorados, con una muy buena, multidisciplinar y sólida formación, solo hay que mirar los puestos de trabajo y de responsabilidad que ocupan en multitud de empresas regionales, nacionales e internacionales).

Poco a poco los distintos licenciados (informática, química, marina) han mutado o están mutando a “ingenieros” y se evoluciona hacia una homogenización alarmante en los nuevos grados de las llamadas ingenierías que estamos comenzando a implantar.

El tiempo dirá y supongo que serán los máster o la futura formación en la propia empresa la vía de solución. Quién sabe.

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